¡Pues felicidades! No estás solo; millones de varones en todo el mundo conservan ese sueño como una posibilidad (sueño guajiro diría yo).
¿Qué necesitarías para poder tener uno?
En primer lugar ser un hombre poderoso con un título de Sultán. Es decir el equivalente a un monarca oriental. Poseer palacios, sirvientes, y una gran fortuna.
¿Qué se hacía en un harem?
Contrario a lo que se pueda pensar, no era un lugar para los placeres sexuales del Sultán si bien había tiempos y espacios para ese tipo de diversión. El harem era el lugar más sagrado, íntimo y secreto del palacio, se manejaban jerarquías y servía como escuela de aprendizaje para todas las personas que habitaban ahí.
Un sultán tenía derecho a cuatro esposas por mandato religioso y a tener tantas concubinas como pudiera mantener de manera correcta y la mayoría de las veces en lujosos aposentos y con esclavas a su servicio que las mantenían aseadas, perfumadas, y listas para cuando fueran requeridas por el Señor.
Normalmente un harem estaba conformado por:
• La gran esposa real.
• La superiora.
• Las esposas secundarias.
• Las favoritas.
• Las guapas.
Normalmente convivían entre todas y competían entre ellas por ser las favoritas del Sultán, ya que, si le daban hijos, al crecer heredaban las posiciones importantes del Sultanato, La madre del Sultán se encargaba de suministrar todo lo necesario para el buen funcionamiento del harem y de organizar las jerarquías, colocar a las concubinas embarazadas en aposentos especiales y con todos los cuidados posibles para que los hijos que venían en camino nacieran bien.
Las concubinas y mujeres del harem, eran compradas o traídas como botín de guerra; aunque las privaban de su libertad, eran muy bien tratadas, tenían instructoras que les enseñaban danza, música y a atender a un hombre importante como el Sultán, eran custodiadas por eunucos, hombres que eran privados de sus genitales para que no cayeran en la tentación de cohabitar con las mujeres de su Señor.
Otra función que tenían las mujeres del harem, era la de ser enviadas como obsequio a otros Sultanes o como recompensa a los que hacían servicios o favores al Sultanato.
Hubieron Sultanes que llegaron a tener hasta cinco mil concubinas; el propio Salomón, personaje bíblico, llegó a tener 300 esposas y 700 concubinas.
Como se darán cuenta, no era nada sencillo, sin embargo en el inconsciente colectivo masculino existe ese sueño de poseer un harem.
Este especial lugar también era conocido como serrallo o gineceo.
A tiempo presente en los países árabes como Yemen, Arabia Saudita, Omán y otros como Turquía o países de África hay grupos que conservan esta costumbre en una versión más reducida sin tanto número de concubinas, y sin tanto lujo pero aún con la aceptación de la sociedad y la resignación de las mujeres que todavía viven de esa manera.
El latinoamericano con su machismo y sus tradiciones procura un harem aunque de otra manera y sin que todas convivan juntas.
Costumbres y sueños que no morirán mientras hombres y mujeres vivan y no paren de soñar… las mujeres dicen: ¿Por qué nosotras no tenemos un harem? Técnicamente, porque no están permitidos… pero créanme, muchas ya los tienen… a su manera.
Saludos cordiales.
12/Mayo/2015
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