Mensajes de Superación
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Cómo Manejar Berrinches

Autor: José Manuel Guzmán Godos

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El niño de un año comenzó a mostrar una conducta extraña a la hora de dormir. Cuando los padres lo dejaban en su cuna, en su habitación, se ponía a llorar, y metía la mano a su boca profundamente para provocarse el vómito.

Al oír el sonido de un posible vómito, los padres regresaban junto al niño, lo alzaban, lo revisaban, hablaban con él y trataban de acompañarlo hasta que se durmiera… creyéndolo dormido, lo dejaban en la cuna, pretendían salir, apagaban la luz y… volvían a escuchar el llanto… y el mismo sonido.

Esto ocurría varias veces hasta que el niño se agotaba y después de varias horas de lo mismo, los preocupados y cansados padres se iban a dormir (dormitar diría yo) angustiados y preocupados de que su hijo se pudiera ahogar.

Después de varios días de lo mismo, los padres decidieron llevarlo al pediatra, al terminar una revisión física exhaustiva y de escuchar el testimonio de los padres, el pediatra dijo: su hijo los está manipulando… les está haciendo berrinche para que le presten atención… y como le funciona que estén con él, pues simplemente lo sigue haciendo.

Los niños son extremadamente inteligentes, si le encuentran la medida a los padres y estos no ponen remedio, la situación sigue y se va agravando paulatinamente ya que, sin freno, las conductas berrinchudas se incrementan.

Lo que deben hacer, dijo a los padres, es hablar con el niño, advertirle que no van a tolerar su conducta, que no van a regresar si trata de provocarse el vómito y que si vomita, así se va a tener que dormir, que aunque llore no van a regresar y que el vómito huele muy feo.

Así lo hicieron los padres con el corazón comprimido y pensando que era un remedio un tanto cruel. La escena se repitió… antes de dormir, el llanto… varios intentos de vómito… vómito por fin… más llanto, después, silencio… los padres lo vieron dormido y vomitado encima… constataron que respirara, cerraron la puerta y por primera vez en varios días, pudieron dormir bien…

A la mañana siguiente, el cuarto del niño estaba más que pestilente, con un niño despierto y perplejo por lo que había experimentado… los padres le explicaron qué había pasado, que lo dejarían igual si él continuaba haciendo lo mismo. SANTO REMEDIO… No ocurrió nunca más… por lo menos, no así.

El niño desarrolló otro mecanismo para llamar la atención: cada vez que quería algo y no lo conseguía, rompía a llorar, se daba un fuerte sentón y se tiraba hacia atrás buscando golpear su cabeza. La primera vez que esto ocurrió, fue el padre quien estaba cerca, tuvo que estirar el pié para que el niño no se golpeara tan severamente; la segunda vez, tuvo que aventarse como portero y proteger la cabeza de su hijo, aunque esta vez el padre, se luxó el codo.

De nuevo al pediatra… esta vez comentó lo siguiente: “adviértanle a su hijo que si él se quiere lastimar, es su decisión y que un golpe en la cabeza le va a doler mucho, y que nadie lo va a ayudar”. Explicó a los padres tres principios fundamentales en el manejo de los berrinches conservar la calma, no angustiarse y alejarse del lugar en dónde se lleve a cabo la rabieta. “El que arma un berrinche, necesita público” si no hay público, ¿a quién se le hace?.

Se presentó un incidente en dónde el niño comenzó a llorar… el padre se puso a la altura de su hijo… lo sujetó firmemente por los hombros, lo miró directo a los ojos y le dijo que si se daba un sentón y se golpeaba la cabeza le iba a doler mucho y ni su madre ni él lo iban a ayudar…

Los niños siempre retan a sus padres… siguió llorando y se dio un sentón, los padres dieron la vuelta y se metieron a su recámara y se asomaron para ver que seguía… el niño se tiró hacia atrás y se golpeó la cabeza… los padres se contuvieron de irlo a auxiliar… fue un golpe fuerte… el niño, al ver que no acudían a auxiliarlo, y que no tenía público, se puso de pié, sobó su cabeza y se puso a jugar con lo que tenía a mano. Nunca más volvió a hacer esos berrinches para su bienestar y la tranquilidad de sus padres. Suficientes ejemplos.

Si te hacen un berrinche, déjalo ser, vuelve a lo que estabas haciendo, no le hagas caso, no lo regañes, no le grites, no lo mires y no cedas en lo que te está exigiendo. ¡NO es NO! Delante de quien sea.

Si persiste, llévalo a otra habitación y le dices que estás cansado de sus gritos y que ahí se va a quedar hasta que se calme. No es necesario que lo encierres, la firmeza tiene que calar en su mente y disciplinarse en función a tu autoridad y disciplina de padre.

Dile que cuando se calme, lo llevarás a pasear o jugar y lo cumples.

Enséñale que cuando sea razonable lo que pida y se pueda, se lo darás; enséñale con firmeza que cuando no se puede, habrá que esperar y que sea tolerante con la espera.

No te enojes con su berrinche… si lo hace es que no tiene otro recurso, no tiene manejo emocional ni manejo de lenguaje para expresar su sentir. El adulto, se supone que sí lo tiene, entonces lo tiene que emplear, no hay escena más patética que un niño berrinchudo y un padre furioso, desesperado e impotente que no sepa manejar la situación…

Espero que te sirvan estos tip´s la siguiente vez que tengas que lidiar con un berrinche.

Saludos cordiales.

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